Viaje del Parnaso by Miguel Cervantes

Viaje del Parnaso by Miguel Cervantes

autor:Miguel Cervantes [Cervantes, Miguel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción, Novela
publicado: 1614-11-15T00:00:00+00:00


Capítulo 5

Oyo el señor del humido tridente

las plegarias de Apolo, y escucholas

con alma tierna y coraçon clemente.

Hizo de ojo y dio del pie a las olas,

y, sin que lo entendiessen los poetas,

en un punto hasta el cielo levantolas.

Y el, por ocultas vias y secretas,

se agaçapo debaxo del navio,

y usó con el de sus traydoras tretas.

Hirio con el tridente en lo vazio

del buco, y el estomago le llena

de un copioso corriente amargo rio.

Advertido el peligro, al aire suena

una confusa voz, la cual resulta

de otras mil que el temor forma y la pena.

Poco a poco el baxel pobre se oculta

en las entrañas del ceruleo y cano

vientre, que tantas animas sepulta.

Suben los llantos por el aire vano

de aquellos miserables, que suspiran

por ver su irreparable fin cercano.

Trepan y suben por las xarcias; miran

cual del navio es el lugar mas alto,

y en el muchos se apiñan y retiran.

La confusion, el miedo, el sobresalto

les turba los sentidos, que imaginan

que desta a la otra vida es grande el salto.

Con ningun medio ni remedio atinan,

pero, creyendo dilatar su muerte,

algun tanto a nadar se determinan.

Saltan muchos al mar de aquella suerte

que al charco de la orilla saltan ranas,

quando el miedo o el ruido las advierte.

Hienden las olas del romperse canas,

menudean las piernas y los braços,

aunque enfermos estan, y ellas no sanas,

y, en medio de tan grandes embaraços,

la vista ponen en la amada orilla,

deseosos de darla mil abraços.

Y se yo bien que la fatal quadrilla,

antes que alli, holgara de hallarse

en el Compas famoso de Sevilla.

Que no tienen por gusto el ahogarse

(discreta gente al parecer en esto);

pero valioles poco el esforçarse,

que el padre de las aguas echó el resto

de su rigor, mostrandose en su carro

con rostro airado y ademan funesto.

Quatro delfines, cada qual bizarro,

con cuerdas hechas de texidas obas

le tiraban con furia y con desgarro.

Las ninfas en sus umidas alcobas

sienten tu rabia, ¡o vengativo nume!,

y de sus rostros la color les robas.

El nadante poeta, que presume

llegar a la ribera defendida,

sus ayes pierde y su teson consume;

que su corta carrera es impedida

de las agudas puntas del tridente,

entonces fiero y aspero omicida.

Quien ha visto muchacho diligente,

que en goloso a ssi mesmo sobrepuja

(que no ay comparacion mas conveniente),

picar en el sombrero la granuja

que el hallazgo le puso alli, o la sisa,

con punta alfileresca, o ya de aguja,

pues no con menor gana o menor prisa,

poetas ensartava el nume airado,

con gusto infame, y con dudosa rissa.

En carro de cristal venia sentado,

la barba luenga y llena de marisco,

con dos gruesas lampreas coronado.

Hazian de sus barbas firme aprisco

la almeja, el morsillon, pulpo y cangrejo,

qual le suelen hazer en peña o risco.

Era de aspecto venerable y viejo,

de verde, azul, y plata era el vestido,

robusto al parecer y de buen rejo,

aunque, como enojado, denegrido

se mostraba en el rostro, que la saña

assi turba el color como el sentido.

Airado contra aquellos mas se ensaña

que nadan mas, y saleles al passo,

juzgando a gloria tan cobarde hazaña.

En esto, (¡o nuevo, y milagroso caso!,

digno de que se quente poco a poco,

y con los versos de Torcato Taso.

Hasta aqui no he invocado, aora invoco,

vuestro favor, ¡o Musas!, necesario

para los altos puntos en que toco.



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